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SOFOCLES - LA TRAGEDIA GRIEGA

SOFOCLES - LA TRAGEDIA GRIEGA

Sófocles fue un poeta y dramaturgo de la Antigua Grecia. Se sitúa, junto con Esquilo y Eurípides, entre las figuras más destacadas de la tragedia griega. Naciò en Colono (hoy parte de Atenas) alrededor del 496 a.C.. Recibiò la mejor educación aristocràtica, gracias a la posición distinguida de su padre, Sòfilo, que poseìa una fàbrica de armas. En su juventud obtuvo premios en atletismo, y debido a su  belleza fìsica y dotes musicales dirigiò el coro de efebos que actuò en la danza  triunfal con motivo de la victoria naval de Salamina contra los persas en  el año 480 a.C. Existe una bella leyenda -quizàs verìdica- que muestra còmo Esquilo y sus hermanos se desenvuelven heroicamente en la batalla de Salamina, mientras Eurìpides llega al mundo, recièn nacido, y Sófocles niño encabeza el coro musical  en las celebraciones triunfales.

La vida de Sófocles, transcurre  en el perìodo que sigue  a las Guerras Mèdicas, en tiempos de Cimòn y Pericles, el màs floreciente de su tierra, justo antes del declive de Atenas.

Fue vencedor en veinticuatro oportunidades en los Certàmenes Dramàticos, que se celebraban anualmente en Atenas, y en las restantes ocasiones quedò en segundo lugar. En el 468 a.C., a la edad de 28 años, derrotò a Esquilo, cuya preeminencia como poeta tràgico habìa sido indiscutible hasta entonces.

Entre sus amigos, figuran el historiador Herodoto y el  estadista Pericles. A pesar de no haberse comprometido en la  vida polìtica y carecer de aspiraciones militares, fue elegido por los atenienses en dos ocasiones para desempeñar una importante funciòn militar.

Sófocles escribiò màs de cien piezas dramàticas, de las cuales sòlo se conservan completas siete  tragedias. Estas obras son: Antigona, Edipo Rey, Electra, Ayax, Las Traquinias, Filocteles, y Edipo en Colono. Tambièn se conserva un gran fragmento del drama satìrico Los Sabuesos, descubierto en un papiro egipcio, alrededor del siglo XX. Estas siete tragedias se consideran sobresalientes por la fuerza  y complejidad de su trama y su estilo dramàtico. Al menos tres de ellas: Antìgona, Edipo Rey  y Edipo en Colono, son calificadas unánimemente como “obras maestras”.

Edipo Rey, merecidamente famosa por su impecable  construcciòn, su  fuerza dramàtica y su eficaz ironía, fue considerada por Aristóteles en su Poètica , como la màs representativa, y en muchos aspectos la màs perfecta de las tragedias griegas. La trama gira en torno al hèroe mitològico Edipo, que poco a poco descubre la terrible verdad de  haber ascendido al cargo de gobernador de Tebas tras haber  asesinado involuntariamente a su padre, primero, y casàndose con su madre , la reina Yocasta, después.

Ademàs de ser considerado por muchos estudiosos como el mayor de los dramaturgos griegos; se atribuye tambièn a Sòfocles numerosas aportaciones a la tècnica dramàtica, y dos importantes innovaciones: la introducción de un tercer actor en escena, lo que posibilita complicar notablemente la trama y realzar el contraste entre los distintos personajes; y la ruptura de  la moda de las trilogías, impuesta por Esquilo, que convierte cada obra en una unidad dramàtica y psicològica independiente, y no en parte de un mito o tema central. Sófocles asimismo transformò el espìritu y la importancia de la tragedia; en lo sucesivo, aunque  la religión y la moral siguieron siendo  los principales temas dramàticos, la voluntad, las decisiones y el destino de los individuos pasaron a ocupar el centro de interès de la tragedia griega.

Gracias a una biografía de Eurìpides  y al testimonio de Aristòfanes, se conoce  con exactitud  la fecha de su muerte, ocurrida en el 406 a.C. Segùn la biografía, Eurìpides, al tener noticia de la muerte de su rival dramàtico, se presentò de luto en el teatro, y el coro y los actores actuaron sin coronas, en señal de duelo, en Las Dionisias del año 406 a.C. Los atenienses honraron su memoria elevàndole un santuario y ofrecièndole sacrificios anuales como a un hèroe.

Frìnico, poeta, còmico, nos dejò  esta imborrable semblanza suya: “¡Bienaventurado Sófocles, varòn feliz y sabio, que muriò tras larga vida, después de componer muchas hermosas tragedias!. Tuvo un bello fin y no padeciò mal alguno.”

Años después se alzò, en el Teatro de Dionysos en Atenas, su semblanza ideal, la estatua de que probablemente es copia el majestuoso mármol del Museo Laterano, que lo representa de pie, envuelto en su manto, en perfecta belleza. Y sobre su tumba, en las afueras de Atenas, una sirena simbolizaba el hechizo de su poesìa.

 

Para Finalizar, dejo un breve fragmento de Edipo Rey:

 

Tiresias.-Me voy; pero diciendo antes aquello por lo que fui llamado, sin temor a tu mirada; que no tienes poder para quitarme la vida. Así, pues, te digo: ese hombre que tanto tiempo buscas y a quien amenazas y pregonas como asesino de Layo, está aquí, se le tiene por extranjero domiciliado; pero pronto se descubrirá que es tebano de nacimiento, y no se regocijará al conocer su desgracia. Privado de la vista y caído de la opulencia en la pobreza, con un bastón que le indique el camino se expatriará hacia extraña tierra. Él mismo se reconocerá a la vez hermano y padre de sus propios hijos; hijo y marido de la mujer que lo parió, y comarido y asesino de su padre. Retírate, pues, y medita sobre estas cosas; que si me tomas en mentira, ya podrás decir que nada entiendo del arte adivinatorio. (…)

Edipo.-Que no sea lo mejor lo que he hecho, ni tienes que decírmelo ni tampoco darme consejos. Pues yo no sé con qué ojos, si la vista conservara, hubiera podido mirar a mi padre  llegando al infierno, ni tampoco a mi infortunada madre, cuando mis crímenes con ellos dos son mayores que los que expían con la estrangulación. Pero ¿acaso la vista de mis hijos engendrados corno fueron engendrados podía serme grata? No, de ningún modo; a mis ojos, jamás. Ni la ciudad, ni las torres, ni las imágenes sagradas de los dioses, de todo lo cual, yo, en mi malaventura siendo el único que tenía la más alta dignidad en Tebas, me privé a mí mismo al ordenar a todos que expulsaran al impío, al que los dioses y mi propia familia hacían aparecer como impura pestilencia; y habiendo yo manifestado tal deshonra como mía, ¿podía mirar con buenos ojos a éstos? De ninguna manera; porque si del sentido del oído pudiese haber cerradura en las orejas, no aguantaría yo el no habérselas cerrado a mí desdichado cuerpo, para que fuese ciego y además nada oyese, pues vivir con el pensamiento apartado de los males es cosa dulce.
(...)
El entonces arrancó los broches de oro que adornaban sus ropas, y enseguida los clavó en sus ojos, exclamando que así ya no vería más, ni su miseria, ni su crimen. En la oscuridad no volverían a ver a quien no debía ver, y que mejor jamás hubieran visto. Gritando así se punzaba los ojos una y otra vez, la sangre que corría le bañaba hasta la barba, no eran gotitas lo que fluía de sus ojos, era un torrente oscuro, como una granizada de sangre. En todo esto ambos fueron los artífices, y la desgracia acabó con la mujer y con el hombre. Su antigua felicidad fue en su momento verdadera. Ahora no es más que culpa, muerte, vergüenza, de todos los males que tienen nombre, ninguno falta.”

 

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