SOPA DE PIEDRAS

 

Una hermosa historia que nos hace reflexionar sobre la importancia de compartir.

 

Cierto día, llegó a un pueblo un viajero. Cansado y hambriento, pidió por las casas algo para comer, pero todos le decían que no tenían nada para darle. Al ver que no conseguía su objetivo, decidió cambiar de estrategia. Entonces, se acercó hasta la plaza, donde había un grupo de personas, sacó unas piedras de su mochila y dijo:

-Si tuviera una olla grande prepararía una deliciosa sopa de piedras.

Todos comenzaron a reírse; pero como también sentían mucha curiosidad por aquella sopa de piedras, le trajeron la olla más grande que encontraron y la colocaron en medio de la plaza. El viajero encendió un fuego, llenó la olla de agua y la puso encima del fuego. Cuando el agua empezó a hervir ya estaba todo el vecindario en torno de aquel hombre que, tras dejar caer suavemente las piedras en el agua, tomó una cuchara de madera que llevaba, probó la sopa y dijo:

-¡Deliciosa! pero estaría aún más rica si tuviera unas patatas.

Un anciano se ofreció de inmediato para traerlas de su casa.

El viajero probó de nuevo la sopa que ya sabía mucho mejor y dijo entonces:

-Si tuviera un poco de carne, hasta los propios ángeles se chuparían los dedos.

Una mujer corrió a su casa a buscarla. Y con el mismo entusiasmo se repitió la escena al pedir unas verduras y sal.

Al cabo de un rato, el viajero probó la sopa otra vez y dijo:

-¡Creo que es la sopa de piedras más deliciosa que he probado en toda mi vida!

Por fin, el viajero pidió unos platos y cucharas. Y todos fueron a sus casas a buscarlos y hasta trajeron pan y frutas. Luego se sentaron a disfrutar de la espléndida sopa, sintiéndose extrañamente felices de compartir, por primera vez, su comida.

Y aquel hombre desconocido se marchó dejándoles algunas piedras, que podrían usar siempre que quisieran hacer la más deliciosa sopa de piedras del mundo.

 

Moraleja: Con la cooperación se alcanzan resultados increíbles, aún partiendo de aportes pequeños o insignificantes. Esta es la fuerza milagrosa que tiene el acto de compartir.

 

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