ANTE LA LEY - UN CUENTO DE KAFKA
Franz Kafka (1883-1924), fué un escritor checo en lengua alemana, nacido en el seno de una familia de comerciantes judíos. Se formó en un ambiente cultural alemán, y se doctoró en derecho. Su obra, que nos ha llegado en contra de su voluntad expresa, pues ordenó a su amigo y consejero literario Max Brod que, a su muerte, quemara todos sus manuscritos, constituye una de las cumbres de la literatura alemana y se cuenta entre las más influyentes e innovadoras del siglo XX.
ANTE LA LEY
Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta al guardián y le pide que le deje entrar. Pero el guardián contesta que de momento no puede dejarlo pasar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde se lo permitirá.
-Es posible -contesta el guardián-, pero ahora no.
La puerta de la ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el campesino se inclina para atisbar el interior. El guardián lo ve, se ríe y le dice:
-Si tantas ganas tienes, intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón hay otros tantos guardianes, cada uno más poderoso que el anterior. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo soportar su vista.
El campesino no había imaginado tales dificultades; pero el imponente aspecto del guardián, con su pelliza, su nariz grande y aguileña, su larga barba de tártaro, rala y negra, le convencen de que es mejor que espere. El guardián le da un banquito y le permite sentarse a un lado de la puerta. Allí espera días y años. Intenta entrar un sinfín de veces y suplica sin cesar al guardián. Con frecuencia, el guardián mantiene con él breves conversaciones, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y al final siempre le dice que no todavía no puede dejarlo entrar. El campesino, que ha llevado consigo muchas cosas para el viaje, lo ofrece todo, aun lo más valioso, para sobornar al guardián. Éste acepta los obsequios, pero le dice:
-Lo acepto para que no pienses que has omitido algún esfuerzo.
Durante largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculoque lo separa de la ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años abiertamente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo entre murmullos. Se vuelve como un niño, y como en su larga contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, ruega a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz o si sólo le engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que brota inextinguible de la puerta de la ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte endurece su cuerpo. El guardián tiene que agacharse mucho para hablar con él, porque la diferencia de estatura entre ambos ha aumentado con el tiempo.
-¿Qué quieres ahora? -pregunta el guardián-. Eres insaciable.
-Todos se esfuerzan por llegar a la ley -dice el hombre-; ¿cómo se explica, pues, que durante tantos años sólo yo intentara entrar?
El guardián comprende que el hombre va a morir y, para asegurarse de que oye sus palabras, le dice al oído con voz atronadora:
-Nadie podía intentarlo, porque esta puerta estaba reservada solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.
BREVE COMENTARIO. En este cuento, Kafka crea una visión de la justicia y la ley distinta a la tradicional. Presenta a un personaje bárbaro y antiguo (el guardián del salón donde se "guarda" la Ley), a un hombre común (el campesino), y a la Ley misma, representada por un gran salón, donde el hombre común desea entrar en varias oportunidades, impidiéndoselo el guardián a través de mentiras. Incluso este guardián lo hace sentar en un banquillo a esperar poder entrar a conocer la Ley. Pasan los años, el hombre envejece esperando. Entrega al guardián todos sus efectos personales, algunos muy valiosos, para sobornar al guardián, pero éste a pesar de aceptar el soborno no cambia de postura. Ya a punto de morir, el hombre se entera que esa era su puerta particular para entrar a la Ley.
A pesar del desenlace trágico de la historia, Kafka deja una luz de esperanza. La frase final del guardián "esta puerta estaba reservada solamente para ti" tiene una doble interpretación. Por un lado, se convierte en la condena final del campesino; pero también puede entenderse como una advertencia al lector en el sentido de que el poder que la Ley y los guardianes poseen surge de una aceptación. Somos nosotros quienes decidimos someternos ante la autoridad, quienes les concedemos su fuerza y dejamos que nos venzan sin hacer nada para evitarlo. Si realmente queremos ser dueños de nuestro destino, debemos tener el coraje suficiente para ponernos de pie, dar el paso y, finalmente, cruzar la puerta.
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