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El camino a Itaca...

LA NINFA Y LA FELICIDAD

LA NINFA Y LA FELICIDAD

Hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano de la antigua Grecia, habìa un bosque lleno de aromadas flores y bellas aves que cantaban dulcemente en las ramas de los frondosos àrboles.

En ese bosque habitaba una misteriosa Ninfa que, segùn decìan quienes la habìan visto, era la màs hermosa de todas las criaturas sobre la tierra, y ningún hombre podìa resistirse a sus encantos. Sin embargo, aquèl que pudiera hacerlo, obtenìa la felicidad eterna.

Una vez, un hombre de aspecto calamitoso y harapiento, llegò hasta las cercanìas de dicho bosque y se encontrò con un joven que acarreaba agua por el lugar.

Èste le preguntò: ¿Què hace por aquì, forastero?.

El hombre dijo: Vengo de tierras muy lejanas buscando a la Majestuosa Ninfa que dicen que puede conceder la felicidad.

El joven, sonriendo, contestò: Pues parece que ha venido al lugar correcto, aunque quizàs no sea lo que usted piensa.

Inmediatamente, el joven se retirò, mientras el hombre observaba como su figura se desvanecìa por la altura de la montaña.

El hombre siguió su camino. Al llegar la frìa noche, cansado y hambriento, se sentò debajo de un árbol que estaba rodeado por unas rocas. Mientras se quedaba dormido, empezò a soñar, vièndose a sì mismo como un hombre feliz, justo, afortunado y digno de admiración en todas partes.

Al amanecer, con los primeros rayos del sol, el hombre despertò. Aùn con los ojos medio cerrados y el rostro somnoliento, divisò una figura que se acercaba lentamente hacia èl. Entonces, se levantò bruscamente, y ante su sorpresa, viò frente a èl a una mujer que era lo màs bello que habìa visto en toda su vida. Asombrado, casi sin poder hablar, con un dèbil hilo de voz, pudo apenas decir: ¿Quièn eres, oh ser divino?.

Aquella criatura -mitad mujer, mitad diosa- se acercò con el dorso desnudo y una rosa en el cabello, y le dijo: Soy la Ninfa que vio Hèrcules en sus sueños, y la mujer que nunca serà despreciada por ningún hombre, en toda la faz de la tierra.

El hombre, hablando como entre sueños, dijo: Oh diosa de la tierra y el cielo, he venido hasta aquì  para que me concedas la felicidad eterna, esa que tanto desean los hombres en sus sueños.

La Ninfa sonriò, tomò la rosa que llevaba en su cabello y se la diò al hombre, dicièndole: Toma esto, es un presente de mi parte, pero temo que lo que buscas no lo encontraràs aquì.

El hombre con una gran frustración y casi furioso, exclamò: ¿Què?. ¿Acaso he recorrido tanto camino para que me digas èsto?.

Entonces, la Ninfa, con gran sabiduría, le respondiò: La felicidad no se encuentra en un bosque, ni en las fortunas, ni en el oro, ni en la riqueza, sino en el corazòn de los hombres.

Aquèl hombre quedò inmóvil, enmudecido ante tan sorprendente declaraciòn, y solo contemplò a la Ninfa  que se iba tan ràpido como habìa llegado, mientras sostenìa en su mano la flor que le obsequiara aquella mujer semidiosa.

 

Sin duda un hermoso cuento que nos recuerda que la felicidad està dentro de cada uno de nosotros.

Desconozco el autor.

 

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